Estrés (o síndrome, o depresión) postvacacional son términos que hacen referencia al proceso de estrés que tenemos que afrontar tras las vacaciones, para readaptarnos de nuevo a las obligaciones laborales (o escolares), al cambio de estilo de vida que supone, etc. Son términos surgidos de manera popular, que se utilizan mucho, debido al amplio eco que suelen tener todos los años, sobre todo a finales de agosto y primeros de septiembre, en los medios de comunicación.
El estrés es un proceso normal de adaptación a las demandas del ambiente. Cuando tenemos que adaptarnos a nuevas demandas experimentamos una serie de cambios o reacciones a nivel corporal o físico, a nivel mental o cognitivo, así como a nivel conductual. Estos cambios se caracterizan por la activación, aceleración de funciones, o puesta en marcha de nuevos recursos, con el fin de tratar de dar respuesta a dichas demandas.
Así, por ejemplo, cuando una persona tiene que atender una tarea de su vida cotidiana con urgencia, su comportamiento se vuelve más apresurado, más activo, más dinámico; pero para que pueda poner en marcha este nuevo ritmo de conducta, se habrán desarrollado y se estarán activando una serie de reacciones a nivel físico y psicológico, de manera que se incrementarán sus respuestas fisiológicas (tasa respiratoria, cardiaca, temperatura, etc.) y cambiarán sus procesos cognitivos (la atención se centrará más en la tarea urgente, dejando de lado otras, se activarán procesos rápidos de pensamiento o solución de problemas, etc.).
Este conjunto de reacciones son perfectamente normales, pero ¿podríamos mantener este ritmo indefinidamente? Por supuesto que no, pues esas reacciones suponen un desgaste de recursos que van a producir finalmente cansancio, embotamiento, enlentecimiento, aumento de los errores, malestar físico y psicológico, etc. Es necesario reponer nuestra energía, nuestros recursos, con el descanso. Una vez hayamos descansado estaremos en condiciones de volver a responder a las demandas del medio. Y si no estamos preparados, surgirá otra reacción de estrés, volviendo a activarnos, como ya hemos visto.
Aunque el estrés es un proceso normal, si la intensidad de la demanda (estresor) es muy grande y las reacciones de estrés muy intensas, o se mantienen demasiado tiempo, los recursos con que contamos (nuestra energía, salud, motivación, interés, estado de ánimo, etc.) tenderán a gastarse y puede que lleguemos a una situación de agotamiento, en la que no tengamos tiempo para recuperar dichos recursos mediante el descanso, o estemos tan preocupados que no podamos dormir. Si esto sucede, puede que ya estemos sufriendo una serie de síntomas de estrés (dolor de cabeza, insomnio, dolores musculares, problemas de atención, de memoria, etc.), que pueden desaparecer simplemente con más descanso. Pero si no se pone remedio a este estado, los síntomas se irán incrementando en intensidad, irán apareciendo otros nuevos, y finalmente se puede llegar a desarrollar alguna enfermedad física o mental.
Al incorporarnos de nuevo al trabajo, tras las vacaciones, sufrimos una reacción de estrés. En general, este estresor no es muy intenso para la gran mayoría de las personas, que pueden ver con preocupación, o incluso con ilusión, la vuelta a su actividad. El cambio de hábitos suele exigir un esfuerzo para volver a los horarios habituales, o para mantener la atención centrada en las tareas que nos ocupan, durante el tiempo requerido. El volver a enfrentarse con responsabilidades u obligaciones puede suponer un aumento de ansiedad, ante la posibilidad de hacerlo mal, de fallar, de obtener un resultado negativo.
Consejos para superar el estrés postvacacional
Para superar el estrés post-vacacional, así como para prevenir las consecuencias negativas del estrés en general podéis seguirse una serie de cuidados que vamos a resumir a continuación. Comenzar el trabajo poco a poco y a ser posible por lo más grato. Conviene usar el tiempo de comer como momento de descanso y ruptura con nuestras actividades profesionales. Es bueno aprovechar la comida para hacer vida social y familiar. Dormir lo suficiente, en torno a ocho horas. Dejar el trabajo en la oficina (tanto los papeles, como las preocupaciones). La práctica moderada de algún deporte o ejercicio físico ayuda a relajarnos. La organización del tiempo y de nuestras actividades, estableciendo horarios, es fundamental para poder descansar, no estar preocupados, no sufrir continuos sobresaltos, olvidos importantes, etc. Saber seleccionar actividades cuando no podemos hacer todo. No analizar continuamente los problemas o las alternativas: esto produce ansiedad. El estrés que nos produce un problema o situación depende de las consecuencias que prevemos, pero a veces exageramos las consecuencias negativas (hay que ser realistas y positivos, no hay que magnificar lo negativo). No añadir elementos accesorios al problema. Reforzar las conductas positivas de las personas de nuestro entorno, con aprobación, halagos, sonrisas, pequeños detalles, etc. Corregir las conductas negativas de las personas de nuestro entorno, dándoles la información a tiempo y nuestra desaprobación, pero sin broncas, sin culpas, ni otros castigos. Practicar la relajación con cierta asiduidad en los momentos en los que nos encontramos peor, dedicándonos algún tiempo a nosotros mismos. Leer algún libro bueno de autoayuda para aprender a pensar bien, eliminando algunos pensamientos erróneos, ideas irracionales, etc., que nos estresan. Exponerse poco a poco a las situaciones que tenemos pánico. Aprender a decir no, practicar nuestras mejores habilidades sociales, etc.
CENTRO MÉDICO BEATRÍZ AYLLÓN