(por Rafael Oteo Seijas, Psicólogo Infanto Juvenil)
El verano
llega a su fin y la vuelta a la rutina cada vez está más cerca. Septiembre es
un mes difícil, no sólo para los adultos, también para los más pequeños.
Seguramente, los horarios se hayan visto alterados por completo y volver instaurar los hábitos a los que estábamos
acostumbrados sea una tarea engorrosa.
Por
este motivo, el objetivo de este artículo es facilitar la transición y que la
vuelta a la normalidad resulte lo menos ardua posible.
En
esta época, un niño tiene que pasar de la flexibilidad horaria, la permisividad
y los pocos deberes a unos límites y unas normas mucho más establecidos. Esta
desregulación puede provocar cambios muy evidentes en el patrón conductual y
emocional de los pequeños: mal humor, irritabilidad, apatía y ansiedad. Un
cambio muy brusco con en el que padres y madres tienen que lidiar.
Por
ello, la mejor recomendación es realizar este cambio lo más progresivamente
posible. Dos semanas antes de empezar el colegio podemos ir implantando
responsabilidades con las que el niño se va a tener que enfrentar de cara al
curso escolar. Ir ajustando un horario de acostarse y levantarse puede ser una
primera pauta para empezar la transición. Acoplar este horario cada día un poco
más sería lo más adecuado. De esta forma conseguiremos ir adaptando su reloj
biológico para cuando empiece el cole.
Es muy importante explicarles por qué
está habiendo una modificación horaria antes de tiempo.
El
mismo guión podemos utilizar de cara a sus deberes y a los horarios del desayuno, comida, merienda y
cena. Poco a poco, podemos ir ajustando cada vez más estos horarios a la vez
que las exigencias de sus deberes aumentan. Sus responsabilidades deben ir intercalándose
entre su tiempo de ocio. Una vez empezado el colegio, podemos seguir combinando
actividades propias del verano para hacer menos violento el cambio.
Normaliza
todo el proceso, al fin y al cabo, los niños son el reflejo de los padres.
Cuanto mejor lo lleven los padres, mejor lo llevarán los hijos. No podemos
esperar que el niño asuma de un modo positivo la vuelta al cole si nosotros
expresamos desagrado ante la vuelta a la rutina. Los niños tienen una capacidad
sorprendente de absorber el estado emocional de sus figuras vinculantes. Es por
ello que, nosotros como adultos, debemos hacer un ejercicio de reflexión y preguntarnos
-¿Qué ve mi hijo en mí?
Acompaña
a tu hijo y participa durante todo el proceso. Atender sus demandas emocionales
y no contemplarlas como “cosas de niños”. En este aspecto, debemos servir de
modelo de seguridad para ellos, en los que puedan recibir toda la información necesaria
para cubrir y regular sus necesidades. Una línea muy estrecha en la que podemos
ser demasiado permisivos y caer en el libertinaje, o demasiado autoritarios y
caer en la incomprensión y la intolerancia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario